21.3.03

Acerca de la goma de mascar que encontré en un libro
Como tendera de la librería tengo la suerte de revisar los ejemplares que vienen sin plástico, mismos que algunos visitantes también hojean. Pero como la asepsia no está necesariamente hermanada con los libros, encontré un poema de López Velarde que a la letra decía:
Cuando me miran, ah mujer, tus ojos,
luminosos, cual sol de primavera,
por oír anhelante
las pulsaciones de tus nervios flojos
y el rumor de tu pecho palpitante,
en mi pasión quisiera...

¡Apareció el primer rastro de goma!
Seguí hurgando hasta llegar a la página 117, donde "La última Odalisca" me preparaba otro indicio del librocidio:
Mi carne pesa, y se intimida
porque su peso fabuloso
es la cadena estremecida
de los cuerpos universales
que se han unido con mi vida.
Ambar, canela, harina y...
¡gomorresina otra vez!
Quiero pensar que la poesía lopezvelardiana es hipnótica en este tiempo cuaresmal y provoca descuidos en la etiqueta lectora (si es que existe). Por eso me atrevo a recomendarla para entrar en esos estados de embeleso: R. López Velarde, Antología, Editores unidos mex. 1997.
Y si no estuviera agotado, les recomendaría que vinieran a comprar de Gabriel Zaid, Tres poetas católicos, Océano 1997.
Si Zaid les gusta como poeta, pidan su Reloj de Sol (Hora extraña. No es/ el fin de mundo/ sino el atardecer./ La realidad,/ torre de pisa/ da la hora/ a punto de caer.)

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