10.11.06

La Encuesta Nacional de la Lectura: apenas el principio

Nota aparecida en Bitácora.

¿Alguna otra opinión?

El viernes 27 de Septiembre se dieron a conocer los resultados de la Encuesta Nacional de Lectura 2006 (ENL), elaborada por un equipo de especialistas del Área de Investigación Aplicada y Opinión del Instituto de Investigaciones Jurídicas de la UNAM, a petición del CONACULTA. La encuesta fue aplicada del 1 de Noviembre al 7 de Diciembre del 2005 (1).

De forma general, abarcó todas las regiones del país (dividido en seis) y, de forma específica, las tres grandes metrópolis: la zona metropolitana de la ciudad de México (cuyo promedio de lectores de libros fue el más alto, 74.9%); Guadalajara (con 56.4%, igual que la media nacional) y Monterrey (50.1%). Perteneciendo Jalisco a una de las regiones (centro-occidente) que registró menos lectores de libros (51.3%); la otra región es el sur (con 47%); Guadalajara (56.4%) supera a Monterrey (50.1%) en lo relativo a lectores frecuentes. De Monterrey destaca el uso frecuente de bibliotecas, que también se relaciona con una mejor infraestructura urbana que contrasta con la región sur (ocho entidades) (2).

Otras preferencias se agruparon también en lectores de periódicos (42% de la muestra declaró leerlos), revistas (39.9%) e historietas (12.2%).

Como ejercicio estadístico, la ENL revela algunas características antes desconocidas sobre los gustos de lectura. Carente de propósitos cualitativos, habrá que considerar algunos riesgos en la interpretación de las encuestas, que no siempre son ilustrativas de los problemas sociales y que a algunos han llevado a celebrar los avances culturales en los tiempos del cambio político.

Dos libros punto nueve: ¿cantidad o calidad?

Según el registro de los medios masivos de información, Sari Bermúdez, presidente del CONACULTA, al hacer públicos los resultados de la ENL enfatizó el renglón relativo al número de libros que lee un mexicano/mexicana promedio. La funcionaria señaló que la cifra de 2.9% derriba el "mito" del medio libro anual, considerado por la UNESCO para México desde hace seis años. La proclamación del dato encabezó la nota del sábado en los diarios nacionales, aún cuando la cifra se aparta de los 25 libros recomendados por el organismo internacional.

Para efectos pedagógicos y de promoción de la cultura, hablar de 2.9% no alcanza a describir la génesis del comportamiento lector y mucho menos los procesos de adquisición de habilidades de comprensión lectora. La ENL afirma que los lectores frecuentes de libros representan 56.4% y los lectores infrecuentes 30.4%, dejando ver los límites de la medición de una actividad interna al sujeto, como lo es la lectura, con cantidades derivadas del mecanismo de encuesta que prescinde de la observación para verificar datos. La ENL revela, en este sentido, el inicio de un proceso que deberá ser completado con metodologías cualitativas que expliquen las contradicciones que surgen del cotejo de los diferentes resultados, como se hace en otros países en lo relativo a la sociología de la lectura.

Atender el resto de cifras de la ENL, reorienta la pregunta hacia la calidad de la lectura. Como en toda estadística, un promedio no es totalmente cierto. Los promedios salvan las distancias de los extremos y dan una visión más o menos homogénea de realidades inconciliables en la práctica. (Para recurrir a un tópico específico, como ejemplo, la brecha entre ricos y pobres se diluye en el PIB, así como en una ciudad conviven los lectores apasionados con los analfabetas.)

Los libros de texto: el negocio y la carencia

Referente a la adquisición de libros, los mejores compradores se ubican en las clases media-alta y alta: 30.1% compra de 3 a 5 libros anuales, frente a 15% y 15.3% de las clases baja y media que adquieren la misma cantidad. ¿Es la lectura, entonces, un asunto de consumo?

Una revisión que es útil al negocio de los libros lleva a concluir que el mejor mercado editorial se encuentra en los textos escolares, puesto que 32.5% de los lectores se consideran tales por la lectura de libros escolares. Los lectores infrecuentes (quienes alguna vez en su vida han leído) constituyen el 42.5%. Estos lectores infrecuentes (o "débiles lectores", como los ha llamado Joëlle Bahloul) representan el 30.4% de la población total. Que existan como categoría no asegura que sean entrenados lectores, en el sentido de que tengan las herramientas para abordar textos de todo tipo. Tampoco lleva a suponer que su capacidad de abstracción sea suficiente para realizar operaciones del pensamiento complejo, tan distintas a las operaciones implicadas en ver televisión (41.1% del total de encuestados declaró dedicarse a ver televisión durante sus ratos libres frente a 19.8% que ese tiempo lo ocupa en leer).

La ENL sirve de base para esgrimir que no hay "un solo modelo de ser lector" como se lee en la introducción del texto (3), aunque la afirmación resulta insuficiente para indagar el origen de la subestimación que la lectura ocupa en la vida cotidiana del mexicano. ¿Pobreza y sobrecarga de trabajo? ¿Malos libros? ¿Deficiencia en los programas de enseñanza de la lectura? Son algunas de las preguntas que van más allá de las variables relacionadas con la frecuencia, número de horas invertidas, edades y títulos leídos; especialmente cuando se dice que 4.8% de los declarados "lectores" tiene a Carlos Cuauhtémoc Sánchez como favorito.

Entre la atracción y la legítima defensa
Ser entrevistado respecto a gustos y prácticas lectoras puede ser tan intimidante como preguntar sobre los gustos amorosos. 72% de los lectores afirma leer en casa y 25.1% en la noche, no muy lejos del 31.2% que lee por la tarde. Como el amor, la lectura parece realizarse en sitios privados, a menos que las condiciones de la vida obliguen a desplazarse.

Respecto al tema de investigación, una encuesta cultural puede crear recelo en la población entrevistada, en cuanto que las preguntas apuntan a ámbitos donde podrían estar en riesgo la respetabilidad y aceptación social del informante. De repente, sus respuestas podrían ser amagadas por nociones de prestigio (¿qué dirán de mí si digo que leo menos?), terreno donde la encuesta está imposibilitada para verificar resultados. Explicadas por Pierre Bourdieu, las preguntas son moldeadas por el "efecto de legitimidad" (4), que consiste en decir lo públicamente correcto. Faltarían otros instrumentos de investigación que permitan generar confianza para explorar otros datos que ayuden a investigar la lectura y proyectarla en la sociedad como un trayecto.

Por sus límites metodológicos, los resultados de la encuesta, considerada "esencial para diseñar políticas culturales sólidas y para comprender quiénes somos, de dónde venimos y con qué contamos para construir nuestro futuro" (5), resultan apenas un inicio para comprender los procesos por los que alguien se hace lector. En su función predictiva, a la investigación sobre la lectura faltaría su complemento descriptivo y biográfico, que consideren todos los procesos que contribuyen a contagiar nuevos intereses de lectura.


NOTAS:
1. La encuesta se aplicó a habitantes del país mayores de doce años. Durante los meses siguientes, la Secretaría de Educación Pública realizó otra encuesta entre estudiantes y comunidad escolar, cuyos resultados no se incluyen en la ENL.
2. El sur mantiene el dato más bajo en haber asistido a una biblioteca (53.3%).
3. El documento de la Encuesta Nacional de la Lectura (sin sus anexos) se puede encontrar en http://sic.conaculta.gob.mx/atlas.php?estado_id=0&estado_Id=
4. Referido en Joëlle Bahloul, Lecturas precarias. Estudio sociológico sobre los pocos lectores, FCE, México 2002, página 26.
5. Cita de la ENL.

1 comentario:

Quina dijo...

Hola:

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