8.8.04

La loca de la casa
Probablemente ya saben que la loca de la casa es la imaginación. Así lo decía Teresa de Avila (nada que ver con Teresita del Niño Jesús) al hablar de la inquietud mental que obstaculiza la contemplación. Rosa Montero recobra el lado positivo del término para explicar la cualidad creadora de la escritora que se inventa novelas. Si no se ha leído La hija del caníbal o algunas de sus historias, se podría pensar que en La loca de la casa (Alfaguara 2003), Montero es una exponente del proceso de la novela más que una novelista. Pero su divertido recorrido por la reflexión sobre la novela misma nos permite ver la habilidad y la profundidad de la autora en estos menesteres.
Un tanto en el subgénero de Vila-Matas (El mal de Montano, Anagrama 2002) -que bien le ha valido la comparación con él, aunque en mi opinión lo supera-, la escritora recorre los lugares y personajes de la poética literaria, experiencia que engarza con puntos de la historia que la predestinó al oficio de escribir. La misma imagen de la niña confundida entre liliputienses (la infancia que representan son la posibilidad de la imaginación) que ilustra la portada del libro, explica esta mezcla de identidades que la novela expone, para concluir con la versión que más gustó a la imaginación de la autora.

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